El esfuerzo es la voluntad de superar las dificultades que se nos presentan para llegar a alcanzar un objetivo propuesto. Es un valor que se trabaja desde pequeños, por lo tanto se inicia en la familia y se refuerza en la escuela. Son los padres, los llamados a propiciar el desarrollo del esfuerzo en sus hijos, desde las situaciones cotidianas y de acuerdo a la edad.

¿En qué situaciones se puede trabajar el esfuerzo en nuestros hijos? En el día a día. Es valioso que los niños se propongan metas y que se esfuercen por cumplirlas. Por ejemplo, si viven a tres cuadras del colegio, ir caminando en lugar de que los lleven en auto; si demoran mucho al alistarse en las mañanas, proponerles levantarse más temprano; arreglar o no desordenar su habitación para que el fin de semana tengan más  tiempo de disfrutar su juegos; ayudar a poner la mesa o a lavar los platos para que la familia pueda ver una película. Es importante que los chicos aprendan que el esfuerzo siempre trae recompensas, algunas son materiales y otras afectivas.

Asociados al esfuerzo se encuentran la motivación, la constancia, el autocontrol, la tolerancia y la fortaleza. Es decir, que al propiciar el desarrollo del esfuerzo estamos fomentando también todas las demás. Contrarios al esfuerzo son: la comodidad, la resignación, la poca tolerancia o la inconstancia.

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Es necesario tomar en cuenta todas las actividades en la vida de los niños y en la vida familiar como posibilidad para consolidar este valor. Debemos recordar también que no hay mejor aprendizaje que el enseñarles con el ejemplo, si nosotros como padres nos esforzamos en nuestras vidas, no se necesitará hacer mucho más. Es indispensable creer que nuestros hijos son capaces y que pueden superar dificultades, porque sin ese voto de confianza, no podremos trabajar el esfuerzo.

Por: Jesica Kuwae, Psicóloga Clínica infantil y Danzaterapeuta – Crianza y Danza