Seguramente que desde que somos padres, estamos muy atentos a todo lo que tiene ver con la crianza y la educación: leemos, escuchamos, conversamos con otros padres y comentarios como “Los chicos de hoy están muy adelantados” o “El mundo moderno ha hecho que los chicos salten etapas” es algo que ha llegado a nosotros.
No podemos negar que gran parte de esa afirmación es cierta. Los niños de cinco años de hoy no son los mismos de hace diez o quince años atrás; manejan mucha más información, demuestran habilidades que antes se observaban en niños mayores; y es que el mundo ha cambiado mucho, ha adquirido mayor velocidad y se han abierto canales de comunicación más amplios.
Incluso, la pubertad que se decía iniciaba a los once o doce años; ahora podemos darnos cuenta que hay chicos de nueve o diez años que ya están experimentando no sólo cambios socio-emocionales sino también psicofisiológicos. Es decir, que no es “idea de los adultos”, es realmente que todo ha evolucionado.
Sin embargo, a pesar de todo esto; es muy importante que los padres velemos porque nuestros hijos vivan a plenitud cada etapa de su vida, que sean felices descubriendo nuevos aprendizajes y explorando experiencias de acuerdo a la edad que tienen.
¿Cómo hacemos eso? Posiblemente no hemos caído en la cuenta que con cosas cotidianas y muy simples, en ocasiones, nosotros mismos alentamos esa prisa por ser mayor: una niña de cuatro años con las uñas no sólo pintadas sino decoradas, un niño de siete años con celular propio, un chico de diez años manejando una suma de dinero el fin de semana que no es propio de su edad, una púber de doce años luciendo unos tacones altos de plataforma en una reunión familiar.
Pareciera exagerado pero si los padres permitimos que a esas edades nuestros hijos accedan a ese tipo de situaciones, entonces ¿qué permitiremos cuando tengan unos cuantos años más?
No decimos que aislemos a nuestros hijos de las características del mundo actual, ni tampoco que no podamos gozar de algunas comodidades si podemos tenerlas; pero es esencial que sepamos tomar las decisiones correctas para ellos: ¿qué les damos? ¿en qué cosa es mejor esperar? ¿qué es importante que aprendan por sí solos?
La riqueza de crecer es aprender y disfrutar en el proceso, la labor de los padres es acompañar porque se ama y orientar porque se debe.
Por: Jesica Kuwae,psicóloga infantil –Centro Crianza Danza